Entre estos dibujos hay un diamante, una cruz, un árbol sin hojas, un corazón, una brújula, una estrella, un paquete de regalo, una pelota de fútbol y la palabra live, vida en inglés.
Cuando con ellas se teje un solo relato, la historia queda así: “El diamante, porque cuando una nace, siempre nace hermosa. La cruz, porque conocí a Dios, y gracias a él tengo familia y estoy protegida contra los problemas. El árbol es la familia, a la que siempre vuelvo a pesar de lo bueno, lo malo y lo dudoso. La pelota es la pasión por el fútbol y la estrella, el sueño que tengo por cumplir. El regalo y la palabra live significan que, a pesar de las sorpresas, la vida sigue”.
Todo coincide. Desde que María Cristina Gálvez Talavera pisó por primera vez Buenos Aires, el 2 de octubre en el aeropuerto de Aeroparque, las tres palabras que repite en las entrevistas que concede a los medios bolivianos y argentinos son: Dios, familia y fútbol. Su vida, como la pelota, gira, por el momento, en esos tres ejes, aunque estos días más en el fútbol. Gálvez forma parte de la selección boliviana femenina de futsal, categoría Sub-18, la que participa desde hace dos semanas de la tercera versión de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se realiza en Buenos Aires.
Desde el sábado, el equipo pasó a ser uno de los cuatro mejores del mundo junto a España, Japón y Portugal. De hecho, será con esta última selección que Bolivia definirá hoy, lunes 15, el pase a una final soñada, que hace tres meses parecía esquiva por el corto tiempo de preparación del combinado nacional, y que, según su director técnico, Ronald Pacheco, no es comparable con los procesos de otras selecciones, aunque, por los resultados, hoy esto parece un dato menor.
Y es que Bolivia, si bien comenzó el campeonato con un tropiezo al perder con España 2-9, se ha convertido luego de enfrentar a Tonga (7-2), Tailandia (6-4) y Trinidad y Tobago (5-2), en uno de los favoritos para llevarse la medalla de oro, y Gálvez, en la goleadora del equipo –convirtió 13 de los 20 goles– y la revelación del campeonato. “El fútbol no es solo para hombres sino para quien tiene pasión”, resalta.
La puerta como arco
Nacida el 13 de agosto del 2000 en Santa Cruz de la Sierra, María Cristina es la hija menor de Lino Gálvez y María Rosario Talavera, cuyos nombres también lleva tatuados en el brazo. Tiene siete hermanos, cuatro hombres y tres mujeres. “Juego a la pelota desde que tengo razón”, dice Cokito, que es como la llaman sus familiares y amigos. Su primera cancha fue su propia casa, cuando arrinconaba la mesa e imaginaba que las puertas eran los dos arcos, y luego en las canchas de tierra del barrio Suárez, junto con sus hermanos varones. Aunque sí hay dos personas que siguieron de cerca su pasión por el fútbol fueron su hermana Fernanda y su papá, Lino. La primera como eventual contrincante y cómplice, y el segundo como su primer director técnico. “Recuerdo que si había algo que me molestaba era que no me salgan las jugadas. Mi papá me pedía paciencia y se quedaba conmigo hasta tarde, hasta que salgan”, dice.
A los 12 años ingresó a La Crema, su primer club, donde aprendió gran parte de lo que sabe. Actualmente es jugadora de Racing Juniors y estudia en el colegio Raúl Otero. Su materia preferida es matemáticas y en el futuro, si se da, quisiera ser arquitecta.
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