Esa experiencia fue considerada como el inicio de su carrera deportiva, pese a que su abuelo no estaba de acuerdo que ella practique esa disciplina por su condición de mujer, sin embargo, Soledad tenía siempre en mente ganar al sexo opuesto.
"Me gustaba tanto ganarles a los chicos que con el tiempo fui mejorando bastante, era interesante ver cómo en Cochabamba les gusta tanto el deporte que entraban a las escuelas deportivas, tenía amigos que estaban ahí, pero yo no tenía esa posibilidad, sin embargo, cuando jugaba contra ellos, siempre terminaba ganándoles", señaló.
Soledad nació en la ciudad de Cochabamba el 4 de octubre de 1986. Sus estudios los realizó en el colegio Santa María Micaela Fe y Alegría de esa capital y el 2015 egresó de la carrera de Ingeniería Civil de la Facultad Nacional de Ingeniería (FNI) de la Universidad Técnica de Oruro (UTO).
Ese ímpetu de competición no se la sacó nadie, ni siquiera de los conceptos machistas de algunos de sus familiares, venció esa barrera para seguir adelante y ser la mejor en este deporte. En ese entonces apenas tenía siete años.
Una de las pocas personas que la apoyó a escondidas, fue su tío José Romero Rojas y también su papá Adrián Chávez, considerado por su hija como el mejor padre del mundo, debido a toda la dedicación, enseñanza y constante aliento que le brinda hasta la fecha.
Fue él quien cambió los regalos femeninos por masculinos, con pelotas de futsal, fútbol, zapatillas deportivas, para que Soledad continúe incursionando en el deporte que tenía inserto en las venas.
La preparación de la atleta era prácticamente a solas. Aprovechaba las enseñanzas y los retos de sus amigos, quienes terminaban asombrados por las habilidades que ella demostraba con el balón. Aprendía solo viendo. Su tío la llevaba a varios campeonatos interbarrios, de esa manera dio a conocer su talento.
A los 14 años participó de su primer club de fútbol, Unitec. Tuvo que elegir ella, ya que había muchos equipos interesados en contar con su capacidad deportiva.
"Era el único club que tenía dos categorías la A y la B. No era sencillo estar en la A, porque ahí jugaban las mejores, las que tenían mucha experiencia. A mis 14 años me probé en solo un partido y en 15 minutos ya estaba en esa categoría. De esa manera comencé a jugar futsal a nivel de asociación", indicó.
Fue emotivo su debut, le dieron la casaca 10, pero no la quería porque tenía el concepto de que el número no hace al jugador, sino el jugador hace al número. Le gustaba el 3 pero al final y de por vida se quedó con el 8, como recuerdo de una amistad interminable, ya que cambió su número con su mejor amiga Fiorela Saavedra.
"Formamos un club con pura mujeres, tenía 13 años. Todas se peleaban por la 9 y como no quería pelear saqué la 3. Tenía una buena amiga que tenía la 8 y cuando tuvimos que separarnos quedamos en que ella iba a usar mi número en recuerdo mío y yo haría lo mismo, para siempre", manifestó.
A los 16 años, Soledad fue convocada a la Selección Boliviana, sin embargo, sus sueños quedaron truncados por el factor económico, conceptos machistas de su abuelo y porque no tenía permiso en su colegio, ya que los entrenamientos eran en el Chapare. Se quedó con las ganas de ser parte de la verde para viajar a Brasil.
Luego de salir bachiller y dos años después, llegó a la ciudad de Oruro, donde cambió el fútbol por el futsal.
"Empecé en la universidad, era nueva, nadie me conocía. Retomé el deporte y fui a jugar a la universidad, conocí a unos amigos que al instante me invitaron para jugar en el equipo de su carrera. En ese entonces, yo estaba en Industrial y con mis amigas jilgueras nos animamos a participar en la Copa 3 de Julio. Todos se asombraron porque por primera vez las jilgueras ganaron la Copa 3 de Julio", señaló.
Luego pasó a la selección de la FNI y participó de su primer nacional en Cochabamba, donde salieron campeonas. Desde entonces se afianzó en el futsal, mucho tuvo que ver su papá, quien la hacía levantar a las 6 de la mañana y entrenaba con él hasta las 7:30. "Era mi entrenador privado, me exigía bastante y me decía que tenía que ser la mejor".
Soledad fue convocada a la Selección de Oruro, sin embargo, no pudo ser parte debido al tiempo por el estudio, ya que las clases en la FNI eran con horarios no compatibles con las prácticas. Ella integraba el Club Ingenieros que participaba en la Asociación.
"Siento que soy una luchadora dentro de la cancha, que no hay en realidad quien me limite, soy simplemente yo la que pone los límites, es como si estaría enfrentando al mundo", subrayó al recordar que en varias ocasiones fue nominada como la mejor jugadora de los campeonatos de la Copa 3 de Julio.
Soledad es consciente, que no hay mucho futuro para las mujeres en el futsal, porque la concepción de la sociedad aún sigue siendo machista.
"No se reconoce el esfuerzo que hace una chica, los varones tienen un apoyo económico, pero cuando eres chica y te gusta este deporte, debe salir todo de vos, el interés, la parte económica, los pasajes, el hacerte tiempo. Cuando tenía 13 años me gustaban los retos, al terminar de jugar con mis amigos, jugaba con muchachos de 20 años y me gustaba ganarles, pero me daba cuenta que no tenía futuro, por eso me dediqué más al estudio, pero no puedo dejar este deporte", concluyó.
muy buena jugadora y muy buena profesional. sigue asi no cambies como persona.....adelante Soledad
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